viernes, 9 de mayo de 2014

Improvisaciones de mayo

Alguien a quien le gusta escribir no debería permitirse el lujo de no hacerlo, aunque lo que tenga que contar no sea gran cosa. Ni siquiera sabe lo que va a escribir. Pero la llegada de mayo me ha abierto los poros de la inspiración, sin tener apenas un sitio claro donde volcarla...

Ha pasado la primera semana de mayo, y tras ella se acercan los días de agobio universitario que uno viene esperando desde hace tiempo. Ese estrés se acerca de una manera extraña, cuando se acaba Semites, y el "tiempo libre" que antes empleaba en un curso de formación juvenil (que va más allá de eso y abarca una formación como persona) ahora se convierte en... caos.

Sin embargo, ese caos no asusta. O sea, se puede salir de él. Con trabajo, esfuerzo, todo el que ha faltado en los últimos 3 meses en relación a algunos aspectos... Y esa inversión de tiempo hace descuidar otros apartados.

Por un lado, uno se ve obligado a ver decenas de películas para poder afrontar una asignatura. Antes hubo tiempo, pero no oportunidades, cierto es. Por otro lado, el sol brilla estos días con fuerza y me hace abrir la caja de las camisetas de manga corta. Y es una delicia. Con toda la honestidad y buena fe que se me pueden presuponer, me gusta caminar por las calles de Aranjuez bajo la sombra de los árboles para no quemarme. A veces todo pro tiene sus contras, claro, y una avería de un tren que arrasa con decámetros de tendido eléctrico puede intentar frustrar un bello y soleado día haciéndote derrochar una hora en Valdemoro. También te puedes indignar, intentar poner una reclamación, observar como alguna gente desesperada y neurótica intenta comerse vivo al conductor... O, como otra opción, esperar. Echarse unas risas ante el espectáculo y el absurdo del suceso, plantearte coger un autobús que te lleve a Villaverde pero que te saque de allí... O hablar por teléfono, y pegarte un cogotón con uno de los carteles del andén. La vida en el transporte público madrileño es muy singular. Y más cuando ahora, en vez de leer tranquilamente El señor de los anillos, poner al día la correspondencia con la carta que te llego anteayer, escribir guiones, adelantar estudio... O, simplemente, quedarte un tiempo para escuchar música con los ojos cerrados... Todos estos pequeños detalles que hacen de la vida algo glorioso y para dar gracias a Dios, desembocan en auriculares, cascos y película de las de clase.

Puede que no me quede otra opción que ver Roma, Ciudad abierta en el autobús de vuelta a casa, en un bello viaje de 5 horas tras una visita express a la tierra nazarí esa de ahí abajo donde hay muchos moros con sus kebabs, y que por ir de empalmada te quedes dormido y desprecies esa película. Puede ser, también, que te toque ver Perversidad de camino a Aranjuez, y que estés deseando terminar las clases para poder seguir viéndola. Cuando no te importa perder un tren, porque sigues mirando la pantalla de tu móvil hipnotizado con esa película tan especial... porque no me sale otra palabra.

Quizás uno desea poder tirarse en el sofá y jugar a la PSP como si no tuviese un trabajo de 9000 palabras que entregar el martes. O poder hacer lo que quiere de verdad... O, lo más sencillo de todo, poder hacer lo correcto, simplemente eso. Me es tan difícil hacer lo correcto que, por no hacerlo, no hago nada.
¡Qué relativo es todo! Igual que escribir a tecla suelta sin pensar en lo que estoy diciendo. De ahí tantas frases disyuntivas en las que encajan tantas cosas. Porque no sabía lo que quería escribir. Pero al menos dejo reflejado esto:

Mayo parece duro, pero tiene pinta de molar. Un mes en el que haces locuras, preparas locuras para el verano, metes la pata, sufres, pierdes el tiempo, duermes poco en defecto de corregir perezas anteriores... Perezas... Y reflexiones, paseos, muchas horas de sol, alergias... Me sobran cosas para escribir sin finalidad alguna. Pero con todo lo que presumo que tengo que hacer, no puedo escribir más, y eso que no he dejado un texto ligerito. Así, improvisando. Pero, a pesar de todo, feliz.