lunes, 24 de marzo de 2014

La vida es una partida de póker, y los amigos las fichas.

A veces pienso que es cierto eso de que la vida es un juego. Nacemos, crecemos y vivimos. Igual que empezar a jugar, que se desarrolle una actividad, y se acabe. Si, bueno, lo defino muy básico, simple e incompleto. La vida es más como una partida de póker. El tapete, el escenario. Las cartas son los retos, las dificultades. El azar, el barajeo, son las vueltas que da la vida. Y las fichas son nuestros amigos, cada una con su valor. No todas son iguales, y cada una cumple una función, en la partida y en la vida.


Las persofichas de 5 son muy típicas. Recibes muchas al principio de la partida, o incluso durante gran parte de tu vida, y su valor no es muy grande. Para un niño pueden ser esos amigos de una tarde en el parque, que vienen, van y circulan sin ningún interés. Son nuestra apuesta mínima para poder jugar. Y jugando, como vienen, se van, y no las vuelves a ver. Para un adolescente, o persona en proceso de madurez, las fichas de 5 son un poco más complejas. Se corresponderían con el tipo de persona a la que conoces en un lugar de tránsito, te da su whatsapp, la lees en twitter, hablas un tiempo, más o menos amplio, con ella y, después, desaparece. Su adaptación a las amistades de internet se relaciona con una partida de póker en el antiguo Tuenti. Apuestas todo a la ligera, y lo pierdes. Porque no tienen ningún valor afectivo para nosotros. Son monedas de cambio. Pero, ¡cuidado! Las persofichas son personas ante todo, aunque las tratemos así. Somos conscientes de que están de paso en nuestra vida y, aunque las acumulemos, para qué engañarnos, no nos van a aportar nada más que una leve subsistencia. Un pasatiempo.


Los fichamigos de 10. Equivale a dos fichamigos de 5, pero eso no significa que tengas dos amigos pasajeros. Equivale a una persona un tanto más seria que juega un papel más importante en tu vida. Porque aprendes algo de ella. No son compañeros pasajeros, de una o dos tardes, sino que te pueden acompañar años. Para los niños, podrían ser los compañeros del colegio. Les une una amistad enorme e irán acompañadas de tardes en los parques que, con el paso del tiempo, no servirán para nada. Para que aparezcan otras personas, otros grupos, y la vida cambie. Por eso valen 10. Porque valen la enseñanza de que, aunque te acompañen mucho tiempo, la gente importante falla. Quizás no se limitan a ese tipo de amistades. Aquí pueden entrar todas aquellas personas que pasan por tu vida, con una misión, y se marchan. O que te acompañan mucho tiempo sin realizar realmente algo importante. Podéis hablar de muchas cosas, de risas y de problemas algo serios. Pero nunca tendrás con ellos algo trascendental. Se les apuesta a la primera de cambio en cuanto da la vuelta el dealer y sube la grande. La jerga del póker es esencial para ese concepto. Pero es muy simple: Ante la dificultad, podrá desaparecer y lo hará. O lo arriesgarás ganando, para que sólo signifique un número más en futuras apuestas más grandes, en retos más importantes de la vida... Estará ahí, como relleno de cosas mayores.
La clave de estos fichamigos es que puede ser que ocurra algo, estúpido o importante, que os separe para siempre. Y, ante eso, una hipotética reconciliación sólo serviría para que os felicitéis los cumpleaños y habléis 45 minutos por la calle si os cruzáis una vez al año, pero nada más. Efimero y desleal.


El valor de los amigos de 20. Para los niños, pocas veces existen estos amigos. Suelen estar ligados a una antigua amistad paterna, vecinal o parentesco familiar. ¿Qué significa? Que crecéis juntos y, a pesar de los cambios, seguís ahí. Por eso recibimos pocos a lo largo de nuestra partida, al iniciar, y en esos momentos únicos en los que su intervención puede determinar tu vida. Podéis hacer y haréis cientos de cosas juntos a lo largo de vuestra vida. Nunca los arriesgas a la ligera, y tienen un valor muy especial en los momentos de dificultad. Aunque, en algunas dificultades, momentos de riesgo o discusiones, no te quede otra que arriesgarlos, nunca los vas a perder así. La dificultad de la vida exige apuestas mayores. Y es posible perder estos buenos amigos de 20 en favor de un rival duro que exige ese nivel. Es posible confundirlas con las grandes de 50, porque están en muchísimos momentos buenos. Sólo el desgaste de la parvida, y circunstancias que, sin querer, os alejan, hacen que se arriesguen estas amistades: Rutinas, vidas distintas, fichamigos de 10 que separarán lo vuestro por algo pasajero en medio de ese continuo caminar... Son fieles estos amigos de 20, en lo bueno y en lo malo. Perderlos es un duro palo. Pero, como se pueden perder, su valor no es tan grande. Para que no te duela tanto. Y, entonces, puedas abrazar a las de 50.


Íntimas fichas de 50. Estas son las escasas y adoradas fichas que manoseas pensativo en aquel momento de la partida en el que te planteas un farol, y que arriesgas a muerte cuando en juego hay un TODO o NADA. Quizás confundimos estos "todos" con los momentos de riesgo de los amigos de 20, pero los de 50 no te dejan tirado. Estos son los amigos que se lanzan al cuello del que pretende hacerte perder. Arriesgan por ti, lleves o no razón, como cuando sigues la subida de las apuestas. Si ganas, vuestra amistad os hará no separaros nunca. Porque ganas un TODO o NADA. Y si ganas eso, poco importa ya después. Es la libertad. Un fin de partida de póker, una nueva aventura juntos en la vida... Pero, ¿qué pasa si pierdes?
Llegados a este punto pueden pasar tantas cosas... Si no llevabas la razón, si no lo hiciste bien, si tu mano no era la mejor, y pierdes... Llegará la nada. La vida se hará cuesta arriba. Tendrás que empezar de cero, aprender de los errores y luchar, por lo que quieres de verdad, para que el vínculo no se pierda. Pero estas escasas fichas tienen algo de especial. Al ser amistades únicas, verdaderas, cuyo valor está por encima de todo, aunque caigáis, siempre podréis levantaros y recuperaros. Porque es la esencia de la amistad. Saber que siempre se puede solucionar todo permaneciendo juntos. Y que los males pueden debilitar fortalezas, pero nunca destruirlas. Esa fuerza de las fichas de 50 es la que te da el control de una partida de póker cuando has construido una torre con las de tus rivales. Tienes la partida en tu mano, como tienes la vida a tus pies para disfrutarla. Por eso las fichas de 50 están siempre, en lo bueno y en lo malo, y aunque no te quede ninguna de las otras, se puede remontar una partida, una vida. Porque valen más que ninguna otra. Y eso lo puede todo.

Por todo esto, las amistades son como fichas de póker. Y la vida, como una partida misma. O una partida de póker como la vida misma. Es lo mismo.



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