martes, 14 de agosto de 2012

¡Arrancamos!


Me vuelvo a encontrar ante esta sensación extraña, el placer de estrenar un blog y sus primeras palabras, sin saber todo lo que puede venir después... Esta es mi segunda aventura de este tipo por la red, después de una bonita experiencia con un blog que, a pesar de quedar en el abandono, supo traer y guardar consigo todas las esperanzas con las que lo comencé. ¿Es esta su continuación? Espero que no, quiero que esto sea algo nuevo para mí, una nueva forma de abrirme, de escribir y de compartir mis ideas con los demás sin llevar en la espalda las 47 entradas que esconden los mejores momentos de mi vida...

Sin embargo, es empezar a escribir, y tener ganas de contar más, y más, y más. Y es extraño, porque no dejan de aparecer ideas en mi cabeza que creo que quedarían genial en estas palabras improvisadas.

Alguien importante para mí comenzó a escribir su blog de la misma manera que yo lo voy a empezar ahora, (no te quiero plagiar Javi ;) ) por el final. Empezar por el final supone empezar por mi primer párrafo, y de mi primer párrafo la última frase me ha despertado un gran remordimiento. Y es que, no hace mucho pensaba que este verano iba a ser una mierda comparado con el anterior. Motivos no me faltaban, ilusiones desvanecidas que quemaban desde el primer momento, decepciones, errores... Todo formaba parte de una masa en la que me había sumido y de la que no sabía salir. Sin embargo, la mejor oportunidad para marcar con un paso firme este verano llegó de la mano de Javi, que a través de Barber, me han llevado a salir de este hoyo de tal manera que a mí mismo me cuesta creerlo. Y escribirlo, todavía más. Quizás ni siquiera alguno de ellos lea ésto, ni sepa de qué manera más tonta, simplemente haciendo lo que se debía, diciendo lo necesario en el momento preciso, he podido llegar así de genial hasta aquí, con las catequesis que recibimos/impartimos como bandera...

Si vuelvo un mes atrás, comienzo con ese final, que a la vez es un principio de todo. Comenzaba entonces con una misión que no era nueva, pero que era demasiado distinta a mi anterior experiencia: ser el responsable de que unos semiadolescentes hormonados (en este caso) se encuentren con Cristo... La ocasión anterior sólo habían sido críos de entre 8 y 12 años (y uno de 16 en aquel verano, que escuchaba más atento que ninguno a pesar de ser "monitor"). Tal día como hoy, hace un mes, comenzábamos con el siguiente lema para el día: Acoge el don que Dios quiere regalarte. Haciendo brecha ahí, y dejando esas palabras aparte, me gustaría no irme por los cerros de Úbeda. Recuerdo una de las catequesis que nos dio Barber, en la que nos comentó precisamente lo que señalaba arriba. "Yo, después de mis 17 años, pensaba que la vida era cuesta abajo, que ya no había más, que la máxima felicidad la había alcanzado con esa edad, y que poco a poco se iba a ir esfumando, a ser más y más infeliz cuanto más creciera... Hoy puedo decir que no, y que permaneciendo en Cristo, permanecemos en esa felicidad, y siempre podemos ser más y más felices...".

Creo que ya tengo aprendida la teoría, después de mucho estudio y varias clases prácticas, de que la felicidad no es una meta, es un estilo de vida; en el que hay que elegir entre lo que te hace feliz y lo que no, y entonces permanecer en el amor del que lo ha dado todo por nosotros...

No tenía intenciones de escribir una reflexión así ya de primeras, aunque después de leerlo es tan cutre como las de antaño. El anterior blog lo comencé para escribir la multitud de aventuras que se me venían encima, llegaron y triunfaron. Aquí espero ser más crítico con esas intenciones y poder escribir de todo, no ceñirme a lo espiritual, si no tener un verdadero lugar para desahogarme y compartir. No para soñar despierto con las ilusiones que nos caen del cielo, si no para buscarlas; que si en el calendario no hay 6 días marcados con fuego años antes de que lleguen, sea capaz de encontrar esa felicidad día a día...
Un rincón naranja, como el Bus 13, como los Oranbutanos, como el Fuenla...

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